Notas sobre la alienación religiosa (tomado de la Wikipedia)

La filosofía de Feuerbach se inicia en discusión abierta con la teología. A diferencia de Hegel, Feuerbach entenderá que la filosofía es independiente de la religión. En el centro y como eje de su pensamiento instala al ser humano y por lo tanto a la antropología, es heredero de la tradición humanista. Así, los anhelos y las pretensiones e ideas religiosas son una característica específica del ser humano por lo que la religión quedaría inscrita en la antropología, la cual debe explicarla
Para Feuerbach, por tanto, no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen, sino el hombre quien ha creado a Dios, proyectando en él su imagen idealizada. El hombre atribuye a Dios sus cualidades y refleja en él sus deseos realizados. Así, enajenándose, da origen a su divinidad. Pero, ¿por qué lo hace? El origen de esta enajenación se encuentra en el hombre mismo. Aquello que el hombre necesita y desea, pero que no puede lograr inmediatamente, es lo que proyecta en Dios. La palabra Dios tiene peso, seriedad y sentido inmanente en boca de la necesidad, la miseria y la privación. Los dioses no han sido inventados por los gobernantes o los sacerdotes, que se valen de ellos, sino por los hombres que sufren. Dios es el eco de nuestro grito de dolor.
Feuerbach califica de giro decisivo de la historia al hecho de que el hombre reconozca abiertamente que la conciencia de Dios no es más que la conciencia de la especie. Homo homini deus est.
Cuanto más engrandece el hombre a Dios, más se empobrece a sí mismo. El hombre proyecta en un ser ideal (irreal) sus cualidades, negándoselas a sí mismo. De este modo, reserva para sí lo que en él hay de más bajo y se considera nada frente al Dios que ha creado.
 Para Marx, tanto la alienación social como la religiosa son formas derivadas de la alienación económica. Marx considera que las religiones suponen un medio para mantener oprimida a la clase más desfavorecida. La creencia en un futuro celestial, donde todos los seres humanos seran iguales ante Dios, propicia que se resignen a las desigualdades e injusticias reales. La promesa de un más allá major atenúa las ansias de transformación social y hace aceptables situaciones intolerables. Mar afirmó que “la religion es el opio del pueblo”, ya que adormece sus reivindicaciones.